lunes, 17 de mayo de 2010

autenticidad

Autenticidad: Quien controle la relación debe mostrarse tal como es, sin pretender desempeñar un papel directivo, expresando en forma trasparente sus propios sentimientos. No mostrarse tranquilo y satisfecho cuando, en realidad, está enojado y descontento. No aparentar que conoce todas las respuestas cuando no es cierto. No intentar parecer cariñoso cuando se siente hostil, No mostrarse seguro de sí cuando siente temor. No aparentar excelente salud cuando tiene un malestar físico. No colocarse en actitud defensiva, la que lo hará comportarse de manera superficial y opuesta a sus verdaderos sentimientos. Resumiendo, no intentar parecer un super hombre (o super mujer).

Todo esto implica que la persona tiene que empezar por aceptarse a sí misma. ¿Cómo podría aceptar a otros, si no empieza por ella? El aceptarse a sí mismo es la consecuencia de la observación de sí, condición indispensable para que se empiece a producir un cambio en todo aquello que parece imperfecto. Es precisamente lo que el terapeuta espera conseguir en su cliente. Jung decía: «No puedo pedirle a mis pacientes que hagan algo que yo no soy capaz de hacer”.

En el intento por descubrir su auténtico «yo», la persona necesita examinar los diversos aspectos de sus experiencias para poder reconocer y enfrentar las profundas contradicciones que a menudo descubre. Reconoce, entonces, que gran parte de su vida está orientada a ser lo que «debería» ser y no lo que en realidad es. Por lo general, ha estado respondiendo a exigencias o expectativas ajenas y no a sus verdaderos sentimientos. Se da cuenta que ha tratado de «comprar cariño» al comportarse como los demás esperaban que lo hiciera. Comprende que su conducta habitual es sólo una máscara, una apariencia tras de la cual procura esconderse. Tiene la impresión de que puede resultar peligroso o potencialmente nocivo mostrarse tal como se es.

Además, la persona tiene que ponderar el hecho de que no es un producto terminado, salido de una fábrica con un bajo parámetro de control de calidad, sino un proceso vivo, abierto al cambio, capaz de evolucionar
y de realizar todas las potencialidades que le fueron otorgadas en su nacimiento.

Ella va descubriendo paulatinamente la confianza en sí misma, que es el instrumento más adecuado para producir la respuesta más satisfactoria a cualquier situación dada. Es capaz de aprender de sus errores y puede corregir las decisiones equivocadas. Puede observar sus sentimientos e impulsos, a menudo complejos y contradictorios, evaluar las exigencias sociales y personales y aceptarlas o no, según su propio discernimiento, sin dejarse manipular en beneficio interesado de otros. Llega progresivamente a sentir que cada vez necesita menos depender de la evaluación que los demás hagan de ella. Aprende a confiar en su propio juicio para decidir y elegir lo más conveniente. «Es profundamente estimulante adentrarse en la compleja corriente de la experiencia y tener la fascinante posibilidad de intentar comprender sus potencialidades siempre cambiantes».

El aceptarse a sí mismo y permitirse ser auténtico hace que las relaciones personales se vuelvan vitales, cálidas, significativas. Si procuramos comunicarnos con alguien desde nuestro centro interno (la esencia) conseguimos tocar al otro en su propio centro. Ya no estamos entablando una relación superficial, a nivel
de personalidad, al estilo de «los juegos que juega la gente», de los que habla Berne en su Análisis Transaccional.

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